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Había una vez una vaca llamada Lola.
Lola vivía en una granja con muchos animales: gallinas, cerdos, ovejas y un burro muy viejo llamado Ramón.
Pero Lola no era una vaca normal.
Ella no quería comer pasto ni dormir todo el día.
No, no.
¡Lola quería volar!
— ¡Quiero volar como los pájaros! — decía cada mañana.
Los otros animales se reían.
— ¡Eres una vaca! ¡Las vacas no vuelan! — gritaban las gallinas.
Pero Lola no escuchaba.
Ella tenía un plan.
Primero, Lola construyó unas alas con plumas de gallina y pegamento.
Saltó desde el techo del granero… y cayó en el barro.
— ¡Ay! — gritó Lola, toda sucia.
Después, intentó usar globos.
Muchos, muchos globos.
Pero el viento se los llevó… y Lola terminó en el campo de los vecinos, comiendo accidentalmente sus flores.
Un día, llegó a la granja un inventor loco.
Tenía una máquina muy rara con ruedas y hélices.
— ¿Es eso… un avión? — preguntó Lola.
— ¡Es un súperpatinete volador! — dijo el inventor. — ¿Quieres probarlo?
— ¡Sí!
Lola subió.
El inventor apretó un botón y… ¡ZUUUUM! ¡Lola voló por el cielo!
Voló sobre los árboles, las casas y el río.
Estaba feliz.
Gritaba:
— ¡Muuuuy bien! ¡Estoy volando!
Desde ese día, los animales ya no se rieron más de Lola.
Ahora la llamaban “Lola la vaca voladora”.
Y todos los lunes, ella da paseos a los pollitos en su patinete volador.
La vaca que quería volar
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